Parte del problema radica en que la iluminación nocturna de nuestras ciudades es excesiva, inútil y instalada incorrectamente. Esto repercute en un aumento del coste de la iluminación muy notable. Las líneas maestras de para el control de iluminación urbana, son:
– Inversión de la proporción de alumbrado vapor de mercurio/vapor de sodio.
– Instalación de luminarias correctamente apantalladas en todos los nuevos sectores de la ciudad, evitándose todos los modelos que dispersen luz al cielo. Todos aquellos focos que no están correctamente apantallados lo único que hacen es emitir luz al cielo, cosa innecesaria y que anualmente incrementa notablemente los costes de mantenimiento de la iluminación.
– Sustitución de modelos inadecuados por otros ajustados a los nuevos criterios en instalaciones envejecidas.
– Supresión de proyectores altamente contaminantes en algunas plazas. Estos proyectos únicamente tienen incluso una dudosa función ornamental, pero suponen un gasto notable en el consumo.
– Supresión absoluta de los globos sin pantalla, tipo «chupa-chups». Este sistema de iluminación emite el 50 % de la luz al cielo. Esto quiere decir que si por ejemplo, nos costase su mantenimiento 5000 euros, 2500 euros son tirados literalmente a la basura.
– Horario de cierre de los alumbrados de tipo ornamental y disminución de la tensión de la red a partir de las 0 horas. En los lugares públicos donde exista alumbrado ornamental, solo se mantendrá encendido el de seguridad a partir de las 0 horas.
– Una ordenada estrategia de control del mantenimiento.
– Obligación de seguir dichas medidas los promotores privados, en el caso de apantallamientos incorrectos.
– Distribución correcta de las farolas en nuevas zonas urbanizadas.
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